Busquemos el equilibrio 17/05/09 Segundo Culto de celebración


“BUSQUEMOS EL EQUILIBRIO”

(Hechos 16:14,15)‏

Intr.- Cuando la iglesia empezó, según lo narra el libro de los Hechos, empezó con el trabajo de los discípulos en el templo y por las casas. Los discípulos tuvieron éxito en prácticamente todos los lugares a donde llegaron.

Estudiando un poco la Biblia encontramos que a dónde llegaban ellos, predicaban el evangelio y establecían un lugar de estudio. Por eso con el correr del tiempo, había reuniones de grupos celulares en diferentes partes y diversas ciudades.

Fil. 2. Nos dice que había un grupo de hermanos que se reunían en casa de Arquipo. El libro de Romanos cuenta de que Aquila y Priscila también atendían un grupo celular

En Hechos 16 se cuenta que el carcelero de Filipos, que había sido testigo del poder de Dios, totalmente convencido después del terremoto que abrió las puertas de la cárcel, decidió bautizarse y con él toda su familia. Quedó otro grupo celular en ese lugar. Y en el mismo capítulo 16 se narra acerca de la conversión de Lidia.

Tenemos en esta mujer gentil, digno ejemplo a seguir, no sólo los hombres sino las mujeres. Ella presentaba cierto equilibrio que debemos tener todos los cristianos como señal de madurez y crecimiento.

I.- UNA PERSONA TRABAJADORA

Trabajaba para el sostenimiento de su familia, pero es de suponerse que su trabajo repercutía en la iglesia, porque era un mujer talentosa y muy activa.

Remontándonos al tiempo del éxodo, cuando Dios le ordena a Moisés que edifique un tabernáculo, cuando le da instrucciones para la fabricación de cada mueble y de cada artículo, Dios le hace saber a Moisés que él cuenta en su congregación con personas hábiles, talentosas.

Por ejemplo, había mujeres que sabían hilar y tejer. Y esa habilidad la ponían al servicio de Dios. ¡Qué bonito es servir al que nos ha dotado de habilidades!

El tabernáculo en aquel tiempo necesitaba de manos talentosas y dispuestas y las hubo. Todo el capítulo 36 y parte del 37 de éxodo, dicen que los que eran sabios de corazón pusieron manos a la obra. Eran gente trabajadora.

Volviendo con Lidia, ella era una mujer que trabajaba, pero indudablemente que siguió trabajando después de su conversión, de lo contrario no se le reconocería en la Biblia así. Cuando una persona se convierte, los dones y talentos naturales deben pasar al servicio de Dios.

II.- UNA PERSONA QUE DESTINABA TIEMPO PARA DIOS

Este punto es muy importante y conviene poner atención: Lidia era vendedora de telas, pero considerando que se dice que era de la ciudad de Tiatira y que en Tiatira había una industria de tintorerías, es muy probable que esta mujer noble, tuviera un negocio como ese.

Y si así fuera, ya puede imaginarse usted el trabajo tan arduo que tenía. No se menciona en la Biblia que tuviera esposo, era posiblemente viuda, con hijos no muy grandes pues tenía necesidad de trabajar.

Estas son simples conjeturas, pero lo cierto es que tenía necesidad de trabajar. Y lo importante de todo esto es que aún así ¡Tenía tiempo para los negocios de Dios!

Esto es una gran virtud. Porque es muy común que nos escudemos en el mucho trabajo para descuidar los deberes cristianos como la oración. Esta mujer, que fue lo suficientemente equilibrada para no caer en el activismo y procurar las cosas de Dios.

La Biblia nos habla de otra mujer que por estar afanada en el trabajo, descuidó al Señor: Me refiero a Martha, hermana de Lázaro, que se preocupaba con muchos quehaceres. Usted tiene sin duda muy presente las palabras de Jesús a ella. “Martha, afanada y turbada estás con muchas cosas, pero solo una cosa es necesaria y María ha escogido la mejor parte, la cual no le será quitada”.

El Señor Jesús en la parábola de la gran cena dice que cuando el rey invitó al banquete a toda la gente, éstos se excusaron diciendo que no podían ir porque estaban ocupados en diferentes negocios. Unos iban a ver animales que habían comprado, otros a inspeccionar un terreno, otros más a la labranza y total que ninguno aceptó porque no tenían tiempo. Pero Lidia se daba tiempo para orar.

III.- UNA PERSONA QUE ESCUCHÓ AL SIERVO DE DIOS

Una señal de crecimiento y madurez en el cristiano es que escucha atentamente al siervo de Dios. Notamos que Lidia escuchaba con atención a Pablo aún antes de su conversión. No creo que haya cambiado después, es más, yo creo que fue un ejemplo digno a su familia que al ser también atentos, la palabra de Dios entró en el corazón de ellos. Dice la Biblia

¿Qué significará escuchar con atención?

Lidia escuchaba con atención y abrió su corazón. La palabra de Dios hizo su efecto y se convirtió. ¿Será que los inconversos ponen más atención que los convertidos? “No menospreciéis al que habla”. (16:14)‏

IV.- UNA PERSONA INTERESADA POR SU FAMILIA

Cuando Lidia se convirtió, pensó de inmediato en su familia y se interesó en que se convirtieran también. Yo creo que cuando se juntaba con otras mujeres para orar en el río, su más ferviente oración era por los suyos. Su oración fue escuchada.

Pero, ¿qué pueden esperar aquellas personas que no son activas, que no ponen sus talentos al servicio de Dios, que no oran, que no escuchan con atención al siervo de Dios? ¿Qué se conviertan sus familiares? Será más difícil.

A veces los padres tenemos la culpa de que nuestros hijos no quieran saber nada de las cosas de Dios porque les presentamos la peor cara de la iglesia. Lo más negativo.

Si realmente queremos que nuestros hijos acepten el camino de Dios y permanezcan en él, debemos dar el ejemplo. Lidia Trabajaba, pero se daba tiempo para orar y escuchaba con atención al siervo de Dios, porque pensaba en su familia.

V.- UNA PERSONA QUE MOSTRÓ SU CONVERSIÓN

Tenemos también en Lidia que inmediatamente ofreció su casa a Pablo. Lo invitó a visitarla, a quedarse. Le ofreció con sencillez lo que tenía. Ofreció su casa porque pensaba en que quizá su familia escucharía y eso terminaría en bendición

Una señal de crecimiento en el cristiano es que le gusta ser visitado por sus hermanos, porque eso representa convivencia, armonía, compañerismo.

Tome nota que los primeros cristianos convivían, y comían juntos con alegría y sencillez de corazón. Y esto atraía a más personas a los pies de Cristo.

Concl.- Nuestros talentos deben ser puestos al servicio de Dios. Que se diga de usted que es trabajador también en la obra del Señor. Aunque tenga mucho trabajo, trabaje también en la congregación, no descuide su deber de orar, ni menosprecie la palabra de Dios. Hágalo por Dios, por la Iglesia, por su familia y por usted.

Manuel Cabezud González
Pastor 2da. Iglesia de Tepic.
Mayo 17 de 2009




La conversión 17/05/09 Primer culto de Celebración


"LA CONVERSIÓN"

Intr.- ¿Por qué nos resulta difícil amar a Dios a pesar de saber lo que hizo por nosotros?

En el capítulo 3 de San Juan encontramos la historia de un hombre que no conseguía amar a Dios a pesar de tener abundante conocimiento de Él.

Este hombre cumplía, aparentemente, todas las normas, se esforzaba cada día por ser un buen miembro de iglesia, y hasta tenía un cargo en la dirección de la misma, pero no era feliz. Experimentaba una sensación de vacío interior, había algo que faltaba. Lo peor de todo era que ni él mismo sabía definir qué era.
Es posible que Nicodemo acostumbrara a quedar despierto hasta altas horas de la noche, sin poder dormir. Acostado en la cama, muchas veces tal vez se habrá preguntado: "Dios mío, ¿qué es lo que me está pasando? Devuelvo mis diezmos, guardo el día de reposo, hago trabajo misionero, soy maestro en la iglesia, pero siento que alguna cosa no está bien dentro de mí, tengo la impresión de que nada valen todos mis esfuerzos. ¿Qué es lo que está sucediendo conmigo?"

Y tal vez fue una de aquellas noches cuando se levantó y buscó a Jesús. Sabía dónde encontrarlo. Estudiaba las profecías y todo señalaba que Cristo era el Mesías que había de venir. Su problema no era falta de conocimiento. La tragedia de Nicodemo consistía en el hecho de que nunca había tenido un encuentro personal con Cristo.

Amparado por las sombras de la noche, se dirigió al lugar donde Jesús estaba. En el fondo, tenía vergüenza de que otros lo vieran procurando ayuda. Después de todo, era un dirigente de la iglesia. Los hombres suponen que los líderes deben ayudar y no pedir ayuda.

Era un drama aquel hombre. Lleno de teorías, lleno de doctrinas, lleno de profecías, sintiéndose solo, precisando ayuda, angustiado y, sin embargo, impedido, sin decidirse a buscarla por orgullo. Él tenía que decir "¡Señor, estoy perdido! ¿Qué debo hacer para tener la vida eterna?" Pero no lo hacía.

Cuando Nicodemo llegó con Jesús, sus miradas se encontraron. Era el encuentros de la paz y la desesperanza, de la calma y la angustia, de la plenitud y el vacío, de la certeza y la incertidumbre. Los ojos de Cristo, que irradiaban amor, paz y perdón, penetraron su corazón. Nicodemo trató de abrir el corazón, contar sus tristezas, hablar de sus fracasos, de la confusión que lo inquietaba, pero... su orgullo pudo más.


--Rabí --dijo--, sabemos que eres un Maestro venido de Dios, porque nadie puede hacer estas señales que haces si Dios no estuviere con él.

Jesús miró a Nicodemo y vio a través de sus ojos una persona angustiada. No eran profecías lo que estaba necesitando, ni teología, ni doctrinas. A veces nosotros los humanos vivimos preocupados en buscar conocimientos teológicos, cuando en realidad nuestra necesidad es otra.

Jesús dice a Nicodemo que vive angustiado y triste porque su cabeza sólo está llena de doctrinas, de leyes, de normas y reglamentos. Que se siente frustrado porque siempre ha intentado hacer las cosas de la manera correcta y nunca lo ha conseguido.

La historia de Nicodemo queda sin conclusión en el capítulo 3 de San Juan porque aquella noche no aceptó la invitación de Cristo. Era demasiado duro reconocer que él, Nicodemo, el teólogo y líder, el buen miembro de iglesia, no estuviera convertido. Se retiró triste y frustrado como había venido.

El problema de Nicodemo podría ser también nuestro. Corremos tal vez hoy el riesgo de pensar que, porque estamos en la iglesia, bautizados, estamos convertidos. Pero no siempre es así.

No podemos confundir conversión con convicción. Las palabras son parecidas, pero tienen significados completamente diferentes. La primera tiene que ver con el corazón y la vida, la segunda se limita tan sólo a lo que se almacena en la mente.

Sucede con frecuencia que estamos convencidos de la doctrina, pero estar convencido no significa estar convertido.

Y ahí comienza toda la confusión. Pasamos por la vida como Nicodemo, llenos de teorías y de doctrinas, sabiendo muchas veces todo eso desde la niñez, porque nacimos en un hogar cristiano, pero vivimos con esa permanente sensación de vacío, de impotencia, de fracaso. Queremos amar a Dios y no lo conseguimos. ¿Por qué? Porque falta la conversión.

Por eso la Biblia dice: "¿Mudará el etíope su piel, y el leopardo sus manchas? Así también, ¿podréis vosotros hacer bien, estando habituados a hacer mal?" "Engañoso es el corazón más que todas las cosas, perverso, ¿quién lo conocerá?" "Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias."

Por eso dijo Cristo a Nicodemo: "El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios."

Dios promete transformar a todo aquel que quiera. Él dijo: "Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestra injusticias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Os daré corazón nuevo, y pondré mi espíritu dentro de vosotros."

Dios promete darnos una nueva naturaleza, la naturaleza de Cristo, que se complace en amar a Jesús y se deleita en la obediencia. Eso es la conversión.

En cierto modo, la conversión es un milagro que Dios opera en nosotros. Por nosotros mismos somos incapaces de vivir una vida santa y quien no lo entiende así, lucha en vano para obtenerla.

En su desesperación claman como el apóstol San Pablo: "¡Miserable hombre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?" Nadie. Solo el Señor. Él es la mano que alza la carga.

La bendición viene cuando por la fe el ser se entrega a Dios. Entonces ese poder que ningún ojo humano puede ver, crea una nueva criatura a la imagen de Dios."

Un nuevo ser, ¿lo comprende? Un ser capaz de amar, un ser que quiere obedecer, un ser que se deleita en hacer la voluntad de Dios. Nadie lo ve; sin embargo, el milagro sucede porque la promesa no es humana, sino divina.

Hay una cosa que debemos entender antes de continuar. No todas las conversiones son iguales.

Algunas suceden en un instante, un hombre puede ser transformado en dos segundos, pero otras veces ese proceso es gradual y lleva su tiempo. Algunas conversiones están acompañadas por una gran emoción. Otras, no. Todas son igualmente válidas.

Algunos cristianos pueden recordar el momento exacto de su conversión, otros no pueden hacerlo. Lo que realmente importa es que el cambio de naturaleza suceda.

La conversión es un milagro que necesitamos experimentar todos.

¿Cómo hace Dios la transformación? No lo sé. Pero sé que es capaz de producir el cambio. A lo largo de mi ministerio he visto muchas vidas transformadas. Malvivientes, delincuentes, jóvenes drogadictos, borrachos, hombres y mujeres que parecían no tener ya más esperanza de recuperación. Y Dios lo hizo. Y si Dios fue capaz de transformar a todos ellos, ¿no podrá transformar también nuestro ser?

Tal vez usted diga: "Yo no soy como esos hombres." Yo ya lo sé. Pero Nicodemo tampoco era como ellos y, sin embargo, Cristo le dijo: "Tienes que nacer de nuevo, necesitas que yo cambie tu vida, precisas de una nueva naturaleza."

Nicodemo pensó que, porque conocía las doctrinas ya había sido convertido, y encontró que aquella declaración de Cristo era una ofensa para él y se fue.

Durante tres años continuó viviendo en medio de la iglesia, llevando siempre el sentimiento de que algo no andaba bien dentro de él. Continuó asistiendo a los cultos, desempeñando sus responsabilidades como dirigente, pero vacío y triste por dentro.

Hasta que un día los judíos prendieron a Jesús y los llevaron a la cima de la montaña del Calvario. Allí su cuerpo fue levantado. Abajo, entre la multitud, estaba Nicodemo, quizá recordando la noche de hacía tres años, cuando Jesús le dijo: "Así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna." (S. Juan 3:14,15).

Creo que Nicodemo no pudo resistir más. Y yo creo que Nicodemo se acercó a la cruz de Jesús y clamó: "Por favor, Jesús, no te vayas. No sin antes transformar mi ser. Dame la nueva naturaleza de que me hablaste aquella noche."

El clamor de Nicodemo fue escuchado. Cristo transformó su ser. Y aquel hombre miedoso, que un día buscó a Jesús amparado en las sombras de la noche, no tuvo miedo de confesar públicamente a Cristo como su Salvador. Y junto con José de Arimatea reclamó el cuerpo de Cristo para darle sepultura.

El milagro de la conversión puede suceder con usted y conmigo y con cualquiera que quiera aceptarlo. Tan sólo es necesario correr a la cruz de Cristo y reconocer tres hechos.

El primero: "Yo soy pecador." Tenemos que correr a Cristo, y clamar: "Señor, ayúdame, soy pecador. Soy el único responsable, no tengo explicación, solamente quiero ser perdonado."

El segundo es un hecho doloroso: "Yo no puedo." De nada vale querer ser bueno por nuestros propios esfuerzos. La humanidad está enloqueciendo porque habla de "autodisciplina," de "energía interna," de "fuerza mental." La humanidad se olvidó de contemplar a Cristo y está mirando dentro de sí, en busca de soluciones, y sólo encuentra fracaso y frustración. Miremos a Cristo y digamos: ¡Oh, Señor, ya intenté todo y no conseguí nada! Llevo dentro de mí una extraña naturaleza que me conduce al pecado. Por favor, ayúdame, porque yo no puedo."

El tercero es el hecho más extraordinario. "¡Dios puede!". Miremos al Señor y digamos: "Dios mío, por favor, cambia el rumbo de mi vida, dame una nueva naturaleza."

La Palabra de Dios dice que el milagro puede suceder. Puede ser ahora, en este momento. Dios quiere hacer un milagro con usted: El milagro de la conversión. Dígale hoy al Señor: "Señor, acepto el milagro." Convierte mi corazón.

Manuel Cabezud González
Pastor de la 2da. Iglesia de Tepic
Mayo 17 de 2009